Una de las definiciones de Energía Útil que más suele utilizarse es que se trata de la energía de la cual dispone el consumidor después de su última conversión. OLADE considera que la energía útil (EU) es aquella que se encuentra disponible después del sistema de uso para la producción de un bien o servicio, una vez descontadas todas las pérdidas de transformación y transporte asociadas al mismo. La fuente energética debe sufrir una transformación para conseguir la forma de energía apta para el uso que requiere el consumidor. De esta manera, la energía útil es la diferencia entre la energía que se pone a disposición del consumidor y el total de las pérdidas que tienen lugar durante el consumo final. Entre los usos finales más comunes están: la realización de un trabajo, la obtención de calor, la obtención de determinados procesos físicos o químicos, la refrigeración y el acondicionamiento de espacios, el movimiento mecánico y la iluminación. La Energía Final (EF), por su parte, es aquella que se pone a disposición del consumidor antes de la última conversión, y que por ende debe sufrir una transformación para conseguir una forma apta para su empleo, y es la energía registrada en los actuales balances de energía.
En los balances energéticos convencionales de consumo de energía final, la contabilidad
energética puede determinar las cantidades de cada fuente que se utiliza en cada sector.
Por ejemplo, el Balance Energético Nacional consigna qué cantidades utiliza anualmente
el sector residencial de electricidad, de gas natural por redes, de gas licuado, de leña, de
carbón y de kerosene.
El Balance de Energía Útil desagrega estos consumos para los diferentes usos: cuánto
se utiliza de cada energético para cocinar, para el lavado de ropa, para iluminación, etc.
En efecto, “el balance de la energía útil es la contabilización de los flujos energéticos,
considerando el poder calorífico inferior de las fuentes de energía, desde el suministro
primario hasta la energía útil recuperada por el consumidor final a la salida de sus
aparatos de consumo, surgiendo de esta manera las pérdidas sufridas en las diferentes
fases de la cadena energética (producción, transporte, transformación y
consumo)”(OLADE, 2017: 2), siendo un balance derivado del balance de la energía final.
En la imagen siguiente, puede verse como el balance de energía útil del sector residencial
recaba información para los distintos usos, por energético.